Creí que nos habíamos librado de él por una temporada... Pero ha sido corta.
Esta mañana he vuelto a desayunar con su rostro (en algunos diarios difuminado en un segundo plano, afortunadamente) al haber quedado finalista del Premio Anagrama de Ensayo. Es uno de esos autores que creen haber hallado en sí mismos a un personaje (como quien, creyéndose original, decide vestirse con camisas de "cuello Mao" cada vez que aparece en público). En realidad no son más que caricaturas de alguien que no existe. No he leído ese ensayo con el que ha conseguido quedar segundo, pero tampoco me merece ningún interés, al contrario que el del ganador.
Jesús Ferrero, un hombre curtido en mil narrativas, ha dado el salto al ensayo de manera natural. Tocaba hacerlo, ya que, como él mismo dice, su narrativa cada vez se acercaba más al pensamiento. Y, por lo expuesto, la obra ganadora no deja de ser una extensión de su ficción, ya que aborda temas recurrentes en ella: la pasión, el deseo, el odio... Los sentimientos, en definitiva.
Extraños compañeros de viaje... El que juega al despiste y el que quiere despistar...
(La foto, de Andreu Dalmau, de EFE)
José A. Muñoz
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